Melasma y sol: ¿buena combinación?
El melasma y el sol no son buenos compañeros. Igual que hay alteraciones cutáneas que mejoran con el sol, no ocurre lo mismo con el melasma. El melasma es una hipermelanosis de la piel adquirida y que se manifiesta en las zonas expuestas al sol, sobre todo en la cara, especialmente pómulos, frente o labio superior e incluso, localizarse en otras áreas fotoexpuestas: antebrazos o escote muy notorios en verano.
Es un trastorno de la pigmentación de la piel: por hiperactividad de los melanocitos, células productoras de melanina. Recordaros que la melanina es el pigmento que nos da el tono/color de la piel y que aumenta cuando nos exponemos al sol: causante del bronceado.
No es una enfermedad maligna, es principalmente una enfermedad que afecta a la estética y que precisamente se agudiza cuando más nos exponemos al sol.
Se conocen tres tipos de melasma: según su localización en las diferentes capas de la piel.
- Epidérmico: más superficial que mejora con casi todos los tratamientos actuales.
- Dérmico: más profundo y con un tono más grisáceo.
- Mixto: afecta a ambas capas de la piel, siendo el más habitual y el más difícil de tratar.
El tratamiento del melasma es complejo, la mejor opción es la combinación de tratamientos. En verano sólo hay un tratamiento estrella: la Protección Solar, no solo debe de ser la más alta sino que debe cubrir todas las radiaciones, ponérsela media hora antes de la exposición y repetir mínimo cada dos horas. Para ampliar esta protección la paciente con melasma debe empezar a tomar protección oral un mes antes de la exposición solar.
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